viernes, 8 de mayo de 2015

No entiendes si no vives

Hay cosas que escuchas muchas veces y, a fuerza de repetición, te entran en la cabeza, y allí se quedan. Puedes utilizar la lógica para comprenderlas, y de un modo u otro, las asumes como ciertas.
Sin embargo, los verbos asumir y vivir son muy distintos.
No entiendes realmente algo hasta que no lo vives.
Con “vivir” no me refiero necesariamente a la experimentación física de algo. Puede ser simplemente un proceso mental, una conclusión propia, y no introducida con pinzas.
Por ejemplo, yo comprendí hace poco la expresión.
Quizá es demasiado ambicioso por mi parte afirmar esto. Digamos que comprendí algo más de la expresión.
Diría que comprendí una parte más amplia del arte – de lo que es el arte para mí –, pero no creo que nadie pueda aspirar jamás a decir – o blasfemar – algo parecido a que “comprende el arte”. Así que, en mi enésimo intento de definición, propondré que “entendí lo que tienen en común los lenguajes y el arte para mí”. Agregarle el “para mí” a algo siempre avala cualquier afirmación ultrajante con el reconocimiento del respetado abogado de la opinión.


Lo que me pasó fue lo siguiente:
Tuve una clase de baile.
Ya está.

No pasó nada extraño.
Solo pasó que viví uno de esos momentos de reconocimiento en los que algo que te han repetido cientos de veces se convierte en verdad. En este caso, fue algo parecido a que las personas tenemos acceso a formas muy distintas de expresión. Dicho así parece simple. Ayer, en mi cabeza, tenía muchísima más importancia, porque no se trata solo de la expresión. Se trata de lo que el cuerpo tiene que ver con las palabras, de lo que el lenguaje hablado o escrito puede ser en relación con el movimiento de una mano o de un pie, de por qué nos movemos al hablar, de por qué yo hablo con este acento y muevo la cabeza y tú hablas con ese y no mueves nada. Se trata también de lo que es una palabra y de lo que es respirar. De lo bello que puede haber en una expresión de cualquier tipo. Se trata de comprender por qué todo se llama expresión. Y yo, ayer, lo entendí un poco más.
Entendí un poco más de lo que puede ser la expresión conjunta, con movimientos. Entendí que, igual que puedo comprender a través de las palabras que oigo o que veo, también puedo comprender a través de un gesto, y más allá; de una respiración, de un latido, de una postura. Entendí algo acerca de la información compartida no como entes individuales, sino como grupo humano. Entendí que el “compartir” que tanto se lleva puede transmitir un dato, y el compartir de la persona física no es una acción voluntaria necesariamente, sino un intercambio de energía, un procesamiento conjunto pero íntimo.
Entendí algo sobre por qué se dice que el arte es expresión y por qué tantas lenguas distintas en el mundo como corrientes artísticas, y por qué una obra es una “expresión artística”, aunque no por qué una expresión artística no es siempre una obra.

Esto tiene mucho que ver con algo que me ocurrió anteayer.

Tuve un ensayo de teatro.
Ya está.

Ahí comprendí, durante un momento, el significado de las palabras y el significado de los dramas humanos.
Tendrá también algo que ver con representar algo de Lorca, que el hombre tiene su fuerza.
Simplemente, a través de la enunciación de palabras, de una determinada mueca en la cara o una postura del cuerpo, algo de la humanidad se hizo realidad en mi cabeza. Quizá para otro no tuviera ningún significado, o quizá me perdiera muchos otros por descubrir ese. Simplemente, durante un instante los planetas que constituyen el teatro se alinearon y pude ver algo diferente. Vi que los hombres somos drama, drama entendido como historia y arte en sí mismo, drama como vivir y soñar en un mismo plano mixto.

Todo esto suena muy filosófico, pero cuando lo entendí, no lo era en absoluto. Era más bien un sentimiento. Algo que te pasa por dentro, en el pecho, en las tripas, o incluso por fuera, por la piel.
¿Cómo se conectarán los nervios con lo que yo pueda creer que comprendo sobre el mundo en cualquier momento?


A veces me parece que algunos de los momentos más emocionantes de la vida son aquellos en los que comprendes algo que llevas mucho tiempo persiguiendo sin ser completamente consciente de ello.

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