Voyeur.
(Voz fr.). 1. Persona que disfruta contemplando actitudes íntimas o
eróticas
de otras personas.
Diccionario de la Real Academia Española, 23ª Edición.
Este artículo pretende
devolver, por el breve lapso de tiempo que ocupe su lectura, la
importancia social que se merecen a los peluches.
Pensemos en una
habitación infantil, el hábitat natural del peluche. Una habitación
infantil no deja de ser una convención. No refleja más identidad
que aquella que unos padres deciden otorgarle: rosa significa niña;
coche, acción; princesa, meta. El niño no solo hereda una genética,
sino una memoria social que sus antepasados se han encargado de
aprender por él. Y más allá de las ventajas o inconvenientes en
cuanto a la identidad personal que este hecho universal pueda
comportar, dejemos, al menos por hoy, que nuestra atención recaiga
sobre los elementos que unos padres cualesquiera deciden incluir en
la vida de su hijo desde el primer momento: los peluches.
El peluche, muñeco de
felpa, suave y blandito y con rostro de intención amorosa, cumple la
función de compañero infantil. Es un amigo siempre disponible. El
infante medio encuentra en el peludo invento una solución temprana,
fácil y agradable a problemas como su egoísmo, su necesidad de
atención constante o el desarrollo de su creatividad. Personalmente,
encuentro este resultado tierno y siniestro a partes iguales.