Antoni Tàpies |
Siempre digo que la gente
puede resumir sus inquietudes en tres temas fundamentales, que ocupan
la mayoría de sus conversaciones y de sus pensamientos. Pues bien,
aunque yo no puedo determinar mis tres temas (considero que ésta
competencia le pertenece solo a los más allegados a una persona, y
no a ella misma), el artista sería, si tuviera que elegir,
uno de ellos. Suele aparecer cada vez que empiezo a divagar sobre
cualquier cosa y se queda durante un rato para hacerme compañía –
y aunque la reflexión sobre él no suele llevarme a conclusión
alguna, eso no evita que siga perturbándome y/o entreteniéndome.
Hoy me he encontrado con
la literatura de Sylvia Plath y, cómo no, con su biografía – o
quizá sería mejor decir su mito. Porque más allá de su
talento artístico, es evidente que su biografía interesa. Qué
dramático, qué trágico, qué fuerte. Qué vida más loca,
vamos a ver si nos interesa lo que escribió esta pobre mujer, el
producto de ese drama vivo. ¡Y además, es bueno! Pues vamos a
decírselo a todo el mundo y que lo disfruten. Y así comienza una
cadena de mitificación de la obra y, sobre todo, del artista, que va
de Sylvia Plath a Michael Jackson, que revaloriza hasta límites
insospechados el trabajo de un autor después de su muerte, y que
levanta pasiones antes muertas en todo individuo en la esfera de su
influjo.